Un principio dulce

A estas horas de la noche mis flores ya se han dormido y en la quietud de la noche te escribo amor.
La música que desde la otra esquina me acompaña me marca el compás con el que he de contarte este ahora, este desvelo, este quiero y no puedo, parecerme a ti en las metáforas no es tan fácil. No me salen las palabras que nos diferencia, porque lo que nos diferencia no son las palabras sino el modo de ordenarlas en este armario de dos puertas, ya ves, que escribo negro y tu ni te enteras que eso es un color, que escribo eso de ay amor y es como si llovieran grillos en diciembre, imposible de los imposibles que tu te enteres de nada, y nada, aquí estoy yo intentando decirte de alguna manera que no me gusta que te vayas a dormir al filo de mi cama, que me gusta compartir contigo hasta los sueños más profundos y me tienes toda la noche en vilo pensando que te vas a caer al suelo de un momento a otro y que te vas a romper la crisma, que no quiero más cuarto y mitad de colchón, que hay que ver, que no necesito tanto espacio para estar contigo, que me sobran todos los centímetros que me separan de tu boca, tu boca, que me sabe a fruta y a la canela del arroz con leche, tan rica, tan buena, tan jugosa, tan, tan, tan, afrodisiaca...

- No te vayas tan lejos después de hacerme el amor, amor
- es así como estoy acostumbrado a dormir- me dices
-Ya, pero búscame antes del amanecer-

... no pasan 30 segundos para tan feliz encuentro y aún no ha amanecido (dichosos tus abrazos)